La historia de esta lámpara fue algo accidentada. Resulta que después de volver Flavia a casa, en su división de bienes quedó con una lámpara de cerámica con pantalla marrón que decidió darle a Valentín, ya que la que él tenía era de color violeta y combinaba mejor con el cuarto de ella.
Esta lámpara de cerámica un buen día amaneció hecha añicos en el suelo. Evidentemente Valentín la debe haber tirado dormido sin darse cuenta. Se rompió la parte de cerámica, pero la parte elécrtica que iba por dentro y la pantalla estaban intactas.
Como Daniel es electricista, le pregunté si no podría conseguir algún pedazo de tronco vistoso, perforarlo y pasar el cablerío por dentro, hacer una base y volver a armar la lámpara con un toque rústico.
Luego de pasar un tiempo durante el cual habíamos perdido las esperanzas de que la lámpara volviera, nos sorprendió trayendo una artesanía hermosa, usando madera que talló él mismo, una herradura vieja y unos clavos cuadrados que creo que son de vías de tren.
Aquí está la famosa lámpara que ha recibido múltiples elogios de parte de amigos y familia.
Cada vez que alguien crea algo, detrás de ese algo hay una historia, una anécdota, una inquietud, una motivación, las cuales si no quedan registradas de alguna forma corren el riesgo de borrarse de nuestra memoria. Esa historia detrás de cada objeto decorativo o artístico es en realidad su razón de ser, el alma del objeto, y sería una picardía que se pierda... por esa razón es que he creado este blog: para salvar la memoria emotiva de cada objeto que me ha inspirado, en algún momento, a crear.
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